Tal vez se trate de la criatura más trascendental de la mitología griega. El Minotauro, ese enorme hombre con cabeza de toro, el cual nació de la relación entre Pasífae (esposa del rey Minos) con el Toro blanco de Creta, siempre ha maravillado a muchos de los les interesan los seres bestiales. A continuación, trataremos temas de su vida, y sobre el polémico mito de Teseo.

Al llegar al laberinto de Creta, se siente con intensidad el putrefacto olor a cadáver humano. Es obvio: ahí dentro vive El Minotauro, un personaje conocido por ser cruel y despiadado… o por lo menos, eso es lo que muchos han escuchado. Su nombre real es Asterión, y se dice que sólo come carne humana… por eso el fuerte aroma a muerte que se siente a varios metros de distancia.

Después de caminar durante una mañana entera dentro del laberinto, se aparece ahí, una descomunal silueta de poco más de 3 metros de altura: es Asterión. «¿Quién se atreve a llegar hasta el interior de mi laberinto después de tantos de años?», cuestiona el gigante. Yo sólo atino a responder: «Soy Iván, que vengo a hacerte una entrevista». Después de unos minutos de incómodo silencio, el cuernudo animal asiente con su bestial cabeza, pero no sin antes preguntar: «¿Y…. para cuál medio sería la entrevista?», yo sólo le digo «es para mi blog personal».

Asterión, antes que nada, ¿por qué vives acá dentro del laberinto, tan solo?
Me gusta la soledad. El laberinto es especial para mí. Nadie lo conoce mejor que yo. En él puedo recorrer, y encontrar con facilidad a mis curiosas víctimas. Ellos (las víctimas) no se ubican muy bien acá adentro. Se pierden en medio de la oscuridad del lugar. Así, me es muy sencillo interceptarlos, y molerlos a golpes y mordiscos.

– Pero, si es sólo a golpes y mordiscos, ¿por qué llevas armas contigo?
Es que no siempre es tan fácil. Ellos siempre viene armados. Y nunca andan de a uno sólo. Son criaturas cobardes, a los que les gusta luchar en superioridad numérica. Pero creo que casi nunca he tenido que usar las armas para vencer a un humano. Las armas las uso para enfrentar a los dioses y semi-dioses.

– ¿Y qué tal para enfrentar a… Teseo?
Ese mito me da mucha rabia. Todos creen que Teseo me venció. Pero eso es una gran mentira. Es más: Teseo jamás salió vivo de este laberinto. Eso sí, ha sido el único que ha logrado salir… o por lo menos parte de él. Me acuerdo que esa vez lo vencí y fui a lanzar su cabeza afuera del laberinto, para que todos la vieran. Causó un impacto muy grande entre la gente, que tenían la esperanza de que él me venciera… pero, ¿cómo iba a vencerme un simple humano? (responde entre carcajadas que hacen retumbar las paredes). Si algo tenían que inventar para no quedar humillados de esa forma…

– ¿Así que toda esa historia es una gran mentira?
Obvio. El humano es un ser arrogante por naturaleza. Se cree una especie superior, y no pueden ver que haya alguien que los derrote con tanta facilidad. Es cierto: Teseo tuvo una actitud heroica, pues entro solo, sin compañía, a pelear contra mí. Eran él y su espada contra el gran Asterión. Recuerdo que me dio un par de estocadas con su arma, antes de que se le quebrara, pues una simple espada es incapaz de penetrar mi dura piel. Después de que se le rompió la espada, en vez de arrancar, como lo habría hecho cualquier otro guerrero humano, decidió enfrentarme cuerpo a cuerpo. Me golpeó en forma incesante. Pero, para qué nos vamos con cosas: yo casi ni sentí sus golpes. Bastó sólo un puñetazo mío para arrancarle la cabeza de lleno…

Y después de eso… ¿te lo comiste?
Claro, tenía hambre. Yo no almorzaba hace más de tres días. Pero ojo: dejé su cabeza, y su corazón, en señal de respeto. La cabeza la fui a tirar afuera del laberinto, donde lo esperaba toda esa gente embustera y mentirosa. El corazón de Teseo lo guardé para mí, como un trofeo de batalla.

– Ya han pasado varios miles de años desde ese acontecimiento ¿Aún guardas ese trofeo?
Naaaaa….. lo tuve ahí un tiempo, hasta que se pudrió. Después me lo tuve que comer también, pues tenía hambre. De ahí, pasó casi un año en que nadie volvió adentro del laberinto. Imagínate: él era su gran héroe, y murió casi con la misma facilidad con que murieron muchos otros, ¿que ganas iban a tener de volver a entrar al laberinto?

– ¿Y que comías durante ese período en que nadie entró?
Ese es mi mayor secreto: salía en las noches afuera del laberinto, a cazar. Nunca un humano me ha visto afuera del laberinto. O más bien: los pocos que me vieron afuera, nunca vivieron para contarlo. Me acuerdo que durante esas noches oscuras, rondaba por los campos e ingresé a una que otra casa, en busca de mi merienda.

Asterión: ¿te consideras un tipo malo?
Bueno no soy… para nada. Pero tampoco soy menos malo que muchos humanos. Sí, lo admito: soy un cazador. Para muchos, puedo ser un personaje que abusa de su tamaño y de su fuerza física. Pero jamás voy a hacer que se extingan los humanos, ni mucho menos. Humanos siempre habrán. Nunca voy a exterminarlos a todos, pues yo solamente mato para saciar mi hambre. Ellos matan por deporte, por entretención, esa es la diferencia. Ellos han extinguido especies enteras, las cuales nunca más van a volver a aparecer. Yo jamás haría algo así.

– ¿Te imaginas algún día viviendo en un lugar que no sea El laberinto del Minotauro?
NO. En verdad, no. Este es mi hogar, lo ha sido por miles de años. Conozco el bosque, las praderas, y en ninguna parte me he sentido como acá. Para mí, el laberinto es como la tela para una araña…

– Te entiendo: te sientes solo, a ratos…
Sí, pero trato de no pensar en eso. Yo soy un ser eterno, que viviré por siempre, y me aflige pensar que siempre estaré solo. Me gustaría tener hijos o algo así.

– ¿Y nunca te haz enamorado?
No creo en el amor. Soy un guerrero. Creo en el amor carnal, en el sexo, pero no en el amor de los sentimientos. Eso queda para ustedes, los humanos… ojalá que sepan cuidar y respetar ese sentimiento que sólo tienen ustedes. Ningún otro ser de la creación lo posee, sólo ustedes.

– Muchas gracias Asterión, en verdad fue una experiencia muy interesante que me prestaras algunos minutos, para poder compartir contigo.
No, el gusto es mío. Gracias por llamarme por mi verdadero nombre, «Asterión«, ya que siempre todos sólo me conocen como «El Minotauro«. Ahhhhh, estás invitado cuando quieras a mi casa, a comernos un asadito de humano (entre carcajadas).